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Ayacucho fue escenario de la victoria final en la lucha por la independencia. En la mañana del 9 de diciembre de 1824 las tropas realistas al mando del virrey La Serna, y las patriotas, al mando de Sucre, se encontraron en la pampa de Quinua, a unos 12 kilómetros de Huamanga.
Fueron los realistas quienes iniciaron la lucha, que se prolongó por varias horas. La mejor disposición del ejército patriota y su pericia en el terreno fueron decisivas para revertir la ofensiva realista y alcanzar la victoria. Cerca de las dos de la tarde, cuando el número de muertos y heridos superaba los 2.500, la batalla legó a su fin.
La victoria patriota en la batalla de Junín, el 6 de agosto de 1824, ganada a golpe de sable y de lanza, sin emplear fusiles ni cañones, dio a las tropas independentistas enorme optimismo.
Casi de inmediato, vencedores y vencidos concertaron la firma de la capitulación en el mismo campo de batalla. Asistieron al acto el general José de Canterac- el virrey había sido herido y hecho prisionero- y el general Antonio José de Sucre. Este documento puso término a siglos de dominación española, reconoció la independencia del Perú y garantizó la desocupación de los territorios ocupados por los realistas, marcando el inicio de un nuevo capítulo en la historia.
Toda la ciudad capital del antiguo Virreinato del Perú, ésa que Pizarro fundara el 18de enero de 1535 con el nombre de "Ciudad de los Reyes", era fiesta absoluta. El retrato del Libertador Bolívar era paseado en procesión por toda la barroca ciudad, otrora poderoso bastión del dominio español en América. El Congeso del Perú reunido en sesión extraordinaria le concede al gran héroe de la jornada, general Antonio José de Sucre Alcalá, el título de Mariscal de Ayacucho y Benemérito del Perú en Grado Eminente.
Allí, en los campos de Ayacucho se selló la independencia del Perú y la de toda América que pendía de la derrota completa y absoluta del ejército español en la tierra misma del que fuera junto con Nueva España (México), el más poderoso virreinato de América. En Ayacucho derramaron su sangre, por igual, peruanos, venezolanos, colombianos, ecuatorianos, bolivianos, chilenos, argentinos, mexicanos y aún españoles creyentes en la causa de nuestra común independencia.
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